El espejo es caprichoso, invierte pero no miente. El debate de la reforma de las leyes del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional para impedir el recurso ordinario contra las normas forales tributarias en el Congreso, el pasado 17 de diciembre, fue un poderoso espejo del que buena parte de la clase política recibió un reflejo que, quizá, no acabó de convencerle. Y ayer, algunos de esos reflejos tuvieron su efecto en el Pleno del Senado que dio el espaldarazo legislativo definitivo al conocido como blindaje del Concierto Económico vasco. Quizá por ello, ayer el consejero de Economía y Hacienda, Carlos Aguirre, asistió a la votación en la Cámara Alta, acompañado por el portavoz socialistas en el Parlamento de Vitoria, José Antonio Pastor. La ausencia de representación del Gobierno Vasco en el Pleno del Congreso de diciembre fue motivo de ataque del PNV al Gobierno autonómico por desatender, acusaron, una cuestión capital para el sistema económico y el autogobierno vascos. Pero es que, además, la ausencia de representantes del Ejecutivo vasco y la presencia de una representación jeltzale de altísimo nivel, encabezada por Iñigo Urkullu que ayer asistió al Senado acompañado por parlamentarios y diputados de su partido y los tres diputados generales, permitió al PNV capitalizar en exclusiva el éxito de una iniciativa que, por otra parte, había partido del Parlamento Vasco con el aval prácticamente unánime de la Cámara salvo UPyD, es decir, con el voto también de los socialistas. El PSE-EE por extensión el Gobierno Vasco vio como los jeltzales se hicieron con la bandera del blindaje una aspiración pendiente desde la anterior legislatura autonómica prácticamente por omisión de lo socialistas vascos, obligados a lidiar con las divergencias de sus compañeros en Madrid. Perdida esa oportunidad y bien aprovechada por el PNV durante la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, el error del 17 de diciembre no se podía volver a repetir ayer, máxime cuando el buque insignia competencial del arranque de la legislatura López, la transferencia de las políticas activas de empleo, ha quedado postergado precisamente por esa misma negociación presupuestaria. Un desgaste innecesario para el Gabinete López constatado en ese espejo que también ha generado otros movimientos en otros ámbitos: dos vicepresidentes del Gobierno Zapatero se reunieron la semana pasada con el lehendakari; mañana lo hará el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, "para conocer de primera mano las prioridades en política exterior del Ejecutivo vasco", después de que el ministro de Industria invitará al consejero Bernabé Unda a tomar parte en una reunión informal de la reciente cumbre europea celebrada en Donostia. Pero hay reflejos en el espejo que, visibles y entendidos, no se quieren ver... o no se pueden. Es lo que le ocurre al PP vasco, que ayer volvió a escenificar lo que muy gráficamente explicó el diputado alavés Alfonso Alonso en aquel Pleno de mediados de diciembre, "la política también es el arte de tragar sapos", cuando se vieron obligados a votar en contra de la reforma que apoyaron en el Legislativo vasco y después de que en la toma en la Cámara Baja se ausentaran de la votación. La presión a Génova de comunidades autónomas como La Rioja y Castilla y León ha pesado más que la ascendente estrella en Madrid del PP de Antonio Basagoiti. El desaire lo personificaban ayer el presidente de las Juntas Generales de Álava y ex diputado foral de Hacienda, Juan Antonio Zárate, presente en el palco, y el senador y ex diputado general de Álava, Ramón Rabanera, quien, recordó el senador Roberto Lertxundi (PSE), "es quien más sabe en el PP" de esta materia: "Que no intervenga hoy es como torear con las manos atadas a la espalda, un derroche".

Greaves y Urkullu.