Teniendo en cuenta el machismo rampante que impera en la zona, llama la atención el elevado número de mujeres que engrosan las filas del PJAK, prácticamente la mitad. Las hay de toda edad y condición, estudiantes o campesinas. Según un periodista local, "la imagen de sus guerrilleras, nunca veladas, con el pelo al viento y muy a menudo universitarias, suscita simpatías en Occidente". Tanto en los arriesgados operativos como en el quehacer diario, la mujer de esta guerrilla es a todas luces una militante de pleno derecho. "Hay días en los que los operativos son llevados a cabo por mujeres mientras los hombres están cocinando o haciendo limpieza. Somos las suecas de Oriente Medio", equipara Zara entre las sonrisas de sus compañeras.

Un buen número de ellas han abandonado su cómoda vida en Alemania o Dinamarca por "una vida de riesgos y sacrificios" en las montañas de Irán. "Yo vivía en una ciudad de Italia, y un día después de ver la represión sufrida por mi pueblo durante el Newroz -Año Nuevo kurdo- decidí entregar mi vida al PJAK". Jiyan tiene veintinueve años. Trabajaba como analista en una clínica italiana y hoy se ocupa de coordinar el aparato de relaciones internacionales, dado que es una de las pocas militantes que habla inglés con fluidez. Para esta joven militante, "nosotras somos socialistas y feministas. Creemos en la igualdad de género y de clase". Jiyan es la única combatiente que no desea ser fotografiada. "Entro y salgo de la zona y no conviene facilitar mi identidad. Tan sólo el día en que tengamos libertad, en una autonomía digna o en un país propio, podré mostrar mi rostro. Hasta entonces, seguiré tan oculta como esta guerra".