LAS palabras del president de la Generalitat José Montilla del pasado día 21 con motivo del aniversario del asesinato de Ernest Lluch por ETA no han caído en saco roto. Recordaba que la Constitución expresa la voluntad de "proteger a todos los españoles y los pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones" y, como defendía Lluch, su interpretación debe basarse en un "constitucionalismo útil", generoso, flexible e integrador y no puede utilizarse para recortar el autogobierno de Cataluña. El problema no es catalán, sino de convivencia ya que negar la pluralidad de España atenta contra el carácter abierto e inclusivo del texto constitucional.

No, no han caído en saco roto y la sociedad civil ha respondido como hace tiempo que no se recordaba. La editorial conjunta de 12 diarios catalanes, que expresaban su apoyo a las palabras del president y protestaban por la dilación y el absurdo de seguir esperando -después de tres años y medio- una sentencia del Tribunal Constitucional sobre una ley orgánica aprobada en el Parlament de Catalunya, en las Cortes generales y en referéndum y ratificada por el Jefe del Estado, ha sido el detonante. Después, las adhesiones se han multiplicado, radios, televisiones?, sindicatos, organizaciones profesionales, empresariales, culturales y deportivas (incluido el F.C. Barcelona), ayuntamientos, universidades, comerciantes, etc. Una movilización sin antecedentes recientes y que constituye una seria advertencia sobre el malestar que anida en Cataluña por el menosprecio que las instituciones del Estado y el principal partido de la oposición muestran hacia el autogobierno de Cataluña y las decisiones libremente expresadas de sus ciudadanos.

La desafección que pronosticaba hace dos años Montilla es hoy algo más que una realidad. La movilización de estos días puede ser el último intento para reconducir una situación que ya no admite más dilaciones. Me temo, sin embargo, que la mayoría de la clase política española no es consciente de la ruptura que se está produciendo y que puede conducir a derivas situadas más allá del marco constitucional. En todo caso, si se llega a ese extremo no podrá alegar ignorancia o deslealtad porque las advertencias hace tiempo que vienen expresándose desde la pluralidad del catalanismo político, desde el socialismo al independentismo. Sería un grave error jugar con la dignidad catalana porque incluso la paciencia tiene un límite y está a punto de rebasarse.