enemos a los venerables de nuestro amado templo del cortado mañanero entre de mala hostia y lo siguiente, y eso que varios llevan semanas liberados de sus tareas de babysitter porque el número de hijos confinados parece la lista de la pedrea del sorteo de Navidad. Pero es que justo ahí está el problema. En secreto, para que los progenitores no les acusen de explotación infantil, son varios los viejillos que aprovechan las idas y venidas con los nietos para pedir determinados servicios digitales. Desde cómo salir de eso del watxap cuando aparece alguna pantalla rara hasta cómo poder hacer algo con la cuenta de la caja de ahorros sin tener que afrontar 18 horas de cola en la calle a 20 grados bajo cero, los trabajos solicitados son diferentes. Sospechan algunos de los venerables que con tanta traba tecnológica la sociedad les está llamando imbéciles a la cara. O inservibles, que más o menos es lo mismo. Ante tal situación, nuestro querido escanciador de café y otras sustancias ha propuesto invitar un día al local al doctor Eduardo Anitua o a alguna mente de ese pelo para crear en el bar una nueva raza de ciberabuelos que, a modo del Txuatxe en Terminator, tenga lectores informáticos en los ojos para acometer cualquier operación o, en caso de problemas, reventar cabezas, que también quita mucho estrés.