ues creo que no. Aquello de año nuevo, vida nueva, me temo que se ha quedado para uso y disfrute del creador de la cita, ya que el resto del planeta está igual que estaba, con la mascarilla como compañera inseparable, padeciendo datos y estadísticas epidemiológicas para caerse de culo y con variantes del covid con nombres cuya pronunciación se asemeja a la invocación del mismísimo maligno. Todo ello, claro está, llega acompañado por una ensalada de subidas de precios en aquello que es indispensable, convirtiendo a muchas de las gentes de este país en prestidigitadores con asombrosas capacidades para estirar unos sueldos que hace tiempo que se quedaron obsoletos. Y en esas estamos, con la ilusión por este 2022 rayando la suela de los zapatos y a la espera de un milagro que ponga remedio a los males que empiezan a agotar al personal, huérfano de buenas noticias. En fin, no es por ser agorero, que también, pero confiar en atinar con el Euromillones como fórmula para asegurarse la subsistencia no acostumbra a dar buenos resultados. Ya ven. Así de cenizo me presento y con las perspectivas igual de altas que el base del equipo de baloncesto de los pitufos y aferrado a un pesimismo patológico resumido en aquello de piensa mal, y acertarás.