l otro día tocó excursión. No muy lejos eso sí. Hasta nuestro escanciador de café y otras sustancias dejó por un momento sus quehaceres al otro lado de la barra. La intención era comprobar en primera persona lo asegurado y perjurado por uno de los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero. El venerable sostenía que dos árboles de la calle en la que vive están creciendo tanto que ya no es que peleen entre ellos para ver quién tiene las ramas más grandes, sino que están pegando ya con las ventanas de su casa y amenazan con convertirse en vecinos de pleno de derecho de su estimado hogar, sin pagar alquiler, eso sí. Al principio hubo cachondeo e incredulidad por parte de algunos. Y de ahí la excursión para certificar que el jefe tenía más razón que un santo. Es más, a lo largo de los últimos días, varios viejillos, en sus paseos por Vitoria, han certificado más ejemplos de cómo los arbolitos han decidido pasarse lo de la distancia social por la corteza para amenazar con abrir una guerra en firme contra el ladrillo. Claro, el otro día alguien comentó que en el periódico había salido que se iban a plantar 600 árboles más y algún viejillo aseguró que eso es parte de una conspiración para acabar primero con los más mayores y luego con el resto.