l martes pasado empezó la que promete ser la mayor aventura de mi vida. Tenías prisa, pequeño, así que los demás la tuvimos también. Carreras, angustias. Sensaciones que no puedes conocer más que en primera persona, porque las palabras nunca las alcanzan. Pero entonces os encontramos al otro lado de la bata a vosotras. Serenas, cariñosas, infinitamente humanas. Y cambiasteis nuestra experiencia. Se puede hacer el trabajo de diez o empeñarse en buscar la matrícula. Cuando a la matrona que ayudó a Ainara a ganar la batalla le quedó un hueco entre parto y parto, subió a planta a buscarnos sólo para preguntar cómo estaba la amatxu. Y vuelta a la pelea. ¿Entienden lo que les digo? Luego la lentejita llegó a neonatos con sus aitas temblando como un cristal en noche de fiesta. Y qué les voy a contar... Anoche nuestro pequeño pasó su primera noche en casa. Eran las cuatro de la mañana. Quisiera decir que la ciudad se desperezaba, pero qué va, eran las cuatro. La calle vibraba en su nueva normalidad. Y mientras volvía de la farmacia rumiando la primera novatada, no pude dejar de pensar en Ana, Garazi, Sonia, Haizea, Itziar y en todos los ángeles que cuidan de nosotros mientras la ciudad duerme ajena. A quienes forjáis nuestra Sanidad pública, de corazón, eskerrik asko.