migos y amigas, ha llegado definitivamente el momento de atarse el cinto porque la tormenta que afecta a nuestros bolsillos ha venido para quedarse. Mientras nuestros queridos gobernantes siguen a lo suyo enfrascados en debates superficiales que a la peña le importa un comino en lugar de resolver los auténticos problemas de la gente, a los más humildes nos toca apechugar y encima no poner mala cara. No vaya a ser que te la partan y todavía nos reprochen que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Está ya la cosa como para salir más de una vez al mes a cenar con la familia -eso sí, nada de solomillo o un buen pescado, sino patatas bravas y croquetas que luego la dolorosa te cruje-, comprarte algo de ropa pijilla o pasar un puente en algún balneario. La luz continúa por las nubes, pero la vida se está encareciendo a todos los niveles. Además de sacar adelante a dos criaturas pequeñas, que si diez céntimos más por el pan, cuatro o cinco pavillos más por echar gasolina, también otro pequeño esfuerzo por un simple desayuno en el bar porque al dueño no le queda otro remedio que subir los precios debido a la estafa de las eléctricas... Esto es un sinvivir. A este paso habrá que hacerse un croquis el primer día de cada mes para saber a qué darle prioridad.