yer, navegando por Internet entre espectaculares imágenes de la erupción del volcán de la Palma, de Pedro Piqueras perseguido por la lava, de vaporizaciones de piscinas, bromas y demás, encontré un vídeo que me heló la sangre. El magma, que lleva toda la semana avanzando de manera lenta pero infatigable por la superficie de la isla, alcanzaba una bonita casa de campo, que, incapaz de resistir la presión y las altísimas temperaturas, se desplomaba por completo, quedando reducida a escombros y polvo que fueron engullidos posteriormente por la lava. En un segundo, prácticamente todo lo conseguido por una familia a lo largo de su existencia desapareció. Al ponerme en su pellejo, se me quitaron las ganas de seguir viendo imágenes del volcán y me puse a pensar en cómo reaccionaría si un día cualquiera, al volver del trabajo, mi casa hubiera desaparecido. Los perjuicios materiales son enormes, pero la televisión, sofá, frigorífico o joyas de turno pasan a un segundo plano cuando la lava se lleva por delante recuerdos, objetos de valor sentimental y, sobre todo, un techo, un espacio de privacidad en el que sentirse protegido. Espero que se ofrezca a todos los canarios afectados ayuda suficiente para que algún día puedan recuperar sus vidas.