yer se cumplieron veinte años de una auténtica tragedia que se cobró la vida de cientos de personas. Y, aunque yo era demasiado pequeña como para asimilar las dimensiones políticas, sociales y económicas de lo sucedido un 11 de septiembre de 2001, hay muchos detalles de aquel día que se me han quedado grabados. No sé si fue entonces cuando descubrí que quería ser periodista -con apenas cinco años de edad es difícil, tal vez, saber esas cosas-, pero sí tengo claro que los reporteros encargados de cubrir este y otros tantos sucesos me parecieron auténticos héroes. Es muy difícil vencer al miedo que provoca esa situación, la tristeza, la desolación... Esta tragedia, al fin y al cabo, conmocionó al mundo entero, y mientras muchos huían del lugar para resguardarse, policías, ambulancias, y también periodistas, se acercaban para ayudar todos ellos de la mejor forma que saben. Policías, bomberos y personal médico se encargaban de auxiliar a los heridos, salvarlos, y los reporteros de contarle al mundo entero todo lo que estaba ocurriendo. Como ya he dicho, no sé si fue entonces cuando vi claro que mi futuro sería con un bolígrafo y un papel siempre en la mano, una grabadora y una cámara al cuello, pero aquel día algo despertó en mí.