econozco sin pizca de sarcasmo que el papel de Joe Biden ante la crisis afgana es cualquier cosa menos fácil. Pero resulta decepcionante el discurso con el que va tejiendo su respuesta a la crisis, sobre todo, y a las críticas. Admitamos la mayor, que Biden está ejecutando un acuerdo que cerró su predecesor. Sí. Cuando Biden utiliza el archifamoso argumento de la herencia para sacudirse la responsabilidad de la retirada y del pandemónium posterior, es verdad que fue Donald Trump quien cerró un acuerdo con los talibanes que puede ser cuestionable en sus formas, fondos y, sobre todo, interlocutores. Y quizá sea aún más grave que en veinte años de presencia en Afganistán, los millones allí gastados por la administración estadounidense -algunos estudios cifran que el despliegue en Afganistán le han costado a EEUU unos dos billones de dólares- han acabado en buena medida financiando un aparato corrupto al que la población afgana ha dado la espalda. Pero dicho todo eso, ¿de verdad tiene que decir Biden cosas como que "los talibanes serán un gobierno legítimo si cumplen unas condiciones estrictas"? ¿Entiende la democracia estadounidense que un gobierno puede ser legítimo sin mediar elecciones libres? ¿Qué legitimidad tiene un gobierno que fulmina cualquier disidencia y que invisibiliza y somete a la mitad de su población, la femenina?