e gustaría poder hablar con más optimismo, afirmar fervientemente que estamos al final del camino y que ya se adivina la luz, pero a estas alturas temo con todo mi ser hacer alguna afirmación que después pueda ser utilizada en mi contra. Porque soy consciente de que hablar es muy sencillo, pero nuestras palabras no se las lleva el viento. Calan, y hacen mella, para bien o para mal. Por eso, me voy a limitar a hacer una reflexión. Espero, de corazón, que estemos ya al final del trayecto, pero eso solo se alcanza si todos aportamos nuestro granito de arena con sencillos gestos que pueden cambiar vidas. Incluso, me aventuro a decir que pueden llegar a salvarlas. No aporto nada nuevo; solo deseo que recordemos que la mascarilla se ha convertido en un complemento que nos protege y protege, y por eso no debemos olvidar que cualquier mascarilla no vale, al igual que es importante llevarla puesta, y sobre todo bien puesta, porque la nariz sigue siendo una parte esencial a cubrir. Tampoco debemos olvidar las distancias, por mucho que eso nos cueste cuando estamos junto a nuestros seres queridos después de tanto tiempo. Sé que son esfuerzos importantes, pero junto a la vacuna creo que supondrán un último impulso.