o hace mucho leí por ahí que uno de los triunfos del negacionismo del cambio climático fue el lingüístico, que dejáramos de hablar de efecto invernadero y calentamiento global y empezáramos a hablar, efectivamente, de cambio climático. Los que saben explican que este último incluyen los primeros, pero no es menos cierto que el lenguaje no es inocuo y que cambio climático supone adoptar una fórmula más aséptica, menos alarmante y, por cierto, menos acusadora. El último informe científico del Panel Internacional de Expertos -el IPCC-, publicado esta semana, lo dejaba bien claro y lo hacía por primera vez: "No hay duda de que el calentamiento acumulado hasta ahora es debido a las actividades humanas". Eso no lo había dicho así de taxativamente nunca el IPCC. El argumento de que el clima cambia por su propia iniciativa puede ser adecuado en otros contextos, pero cuando hablamos de esta crisis, me temo, se queda a la altura de análisis cuñadístico o de lavada de manos a lo Poncio Pilatos. El ser humano, nosotros y nosotras, somos los que estamos provocando un, sí, cambio climático "sin precedentes en siglos". Esto conlleva inundaciones, sequías, olas de frío y de calor más frecuentes y en más lugares. Y no hace falta imaginarlo, ya está aquí.