econozco que esos Juegos Olímpicos me han pillado un poco con el pie cambiado. Es todo raro, esas gradas vacías, los deportistas y sus entrenadores con mascarillas, la ceremonia inaugural que ni fu ni fa y, sobre todo, esos logos omnipresentes en cualquier plano de la competición en los que aparece 2020 bien grande, como recordándonos a todos que algo se paró ese año, que quizá todos nos paramos ese año, como si 2020 continuara. Porque 2020 no acabó el pasado 31 de diciembre, qué va, aquí seguimos, a lomos de la quinta ola. Y esos logos olímpicos enormes con su 2020 cada vez que me siento a ver alguna competición ante la televisión, cada vez que veo una foto, me recuerdan, como perfecta metáfora, la oscura y siniestra paradoja temporal en la que estamos embarcados. No puedo evitar pensamientos sombríos, pero también confieso que en estos primeros días de Juegos ya he disfrutado y mucho viendo las clasificaciones de la gimnasia artística femenina. Dos mujeres a destacar: la gran Oksana Chusovitina, que a los 46 años ha competido en sus octavos Juegos, enorme; y la increíble Simone Biles, talento y fuerza en estado puro. No tuvo su mejor día en las clasificatorias y aún así ha pasado a seis finales. Háganse un favor y no se la pierdan.