a alavesa Elena Loyo empezó a entrenar y a correr en carreras populares a los 32 años, una edad que para la mayoría de deportistas marca el final de su carrera o, como mínimo, el comienzo de su declive. No es el caso de la de Murgia, que ayer, a sus 38 años, dio su última comparecencia frente a los medios de comunicación de la provincia antes de viajar a Tokio para competir nada menos que en la maratón de unos Juegos Olímpicos. Lo pienso y me duelen las piernas. Si alguna conclusión se puede sacar de este fenómeno es que, si hay motivación y ganas, nunca es tarde para comenzar a realizar un deporte, estudiar, cambiar de trabajo o descubrir una nueva pasión. Quién sabe, quizá todavía no he descubierto mi mayor afición -espero que no sea correr maratones-. Bromas aparte, Elena Loyo ha dado una lección de trabajo duro, disciplina y condiciones físicas al alcance de solo unos pocos privilegiados y es más que merecida su presencia en los Juegos Olímpicos. Puede que nunca alcance las cotas de excelencia de su entrenador Martín Fiz, pero desde luego es un motivo de orgullo para el territorio que una guerrera como ella nos represente en Tokio. Habrá que trasnochar el 6 de agosto para animarla desde el otro lado del televisor.