l pasado lunes se celebró el Día del Orgullo LGBT+, una jornada que volvió a levantar ampollas entre quienes se autoproclaman defensores de la libertad -pero no mucho-. Como en otros tantos casos de discriminación a minorías, entra en el debate un argumento que suena a chiste, pero cala con sorprendente facilidad entre los homófobos: "¿Y el día del orgullo heterosexual qué?". Los creadores de "ni racismo ni antirracismo", "ni machismo ni feminismo" o "ni fascismo ni antifascismo" llegan ahora con su última obra maestra, fruto de años de sesuda reflexión y titulada "ni homofobia ni heterofobia". La verdad, yo cada vez tengo más miedo de ir con mi novia por la calle por si uno de esos peligrosos heterófobos me dan una paliza. Tiene guasa el asunto. Basta con ojear las respuestas en redes sociales a las publicaciones de equipos de fútbol o famosos defendiendo la bandera LGBT+ para darse cuenta del escozor que aún genera la existencia y la reivindicación de orientaciones sexuales diferentes a las preestablecidas. Ojalá algún día deje de ser necesario celebrar el Día del Orgullo LGBT+, ya que significará que este colectivo está totalmente normalizado. Lamentablemente, aún queda mucho camino por recorrer para lograr ese objetivo.