ues eso será. La Humanidad, con el paso del tiempo, ha dado un paso extra hacia la inutilidad. Así, en general. Lo escribo por experiencia propia, ya que apenas hace unos minutos (esta reseña se escribió el pasado martes) que ha cesado una situación curiosa y, al parecer, inédita. Al parecer, alguien ha pisado un cable en la sede de Internet, se ha inflamado la junta de la trócola de no sé qué servidor y la mayor parte de las webs del mundo mundial han dejado de funcionar. Y eso, en la actualidad, significa cruzarse de brazos, observar como un pasmarote la pantalla de tu puesto de trabajo durante buena parte de la mañana, apretar compulsivamente la tecla F5 por si suena la flauta y bajar a tomarse un café a la cafetería de al lado dada la imposibilidad de seguir trabajando. En principio, comprendo que todos los avances ligados al ciberespacio, a la Inteligencia Artificial y a esos grandes conceptos, tan reales como etereos, deberían implicar una mejora en la calidad de vida de los usuarios que viven ligados a la tecnología. Sin embargo, en ocasiones como la citada, me da la sensación de que a los hombres y a las mujeres nos quedan dos Telediarios, ya que alejados de nuestros dispositivos, somos poco menos que una piedra, dada nuestra aparente incapacidad para subsistir.