omo hemos tenido que alterar los horarios de paso por nuestro amado templo del cortado mañanero para pillar sitio en la terraza minimal, tragar el café en dos sorbos, decirnos las tonterías justas y dejar la silla caliente para el siguiente, llevo unos días encontrándome con parte de la parroquia con la que no tengo tanta relación pero con la que coincidimos cuando toca alguna celebración, tipo la inminente caracolada de San Prudencio, aunque esta vez, como el año pasado, pintan bastos. Así que el otro día compartí charla de mesa a mesa con una de las jefas que acude al bar, señora de armas tomar que aunque jubilada desde hace tiempo se sigue levantando a las seis y media de la mañana, que dice que para descansar ya está la tumba. Es de las que baja al local cuando nuestro querido escanciador justo está levantando la persiana para hacer su tempranero almuerzo. Ella ya está vacunada. Bueno, con el primer pinchazo. Y me dijo que uno de sus hijos estaba preocupado por los efectos secundarios. A lo que la jefa le contestó que después de casi 50 años currando, de 35 limpiando los calzoncillos de su ex para que luego el tonto a las tres se fuese con otra, y de dos décadas del mañanero huevo con txistorra o bacon más vaso de rosado con gaseosa para desayunar en nuestro bar, se pasa todo por ahí.