arán ya seis meses desde la última vez que tuve la oportunidad de visitar a mis buenos amigos de la universidad en Pamplona. En las unidades en las que nos movemos en la era de la globalización, viven, como quien dice, en la acera de enfrente. Sin embargo, la sensación a causa del interminable cierre perimetral es que viven en el lado opuesto del planeta. Afortunadamente, la última genialidad del Gobierno me propone una solución para poder pasar un día en la capital Navarra: hacerme una PCR, coger un vuelo de Vitoria a Milán, desplazarme hasta Roma y coger otro avión desde allí a Pamplona. El sueño de Greta Thunberg. Supongo que lo que interesa es que los turistas sean extranjeros con los bolsillos a rebosar, porque no le encuentro ninguna explicación sanitaria a este disparate. Mientras tanto, personalidades del fútbol como Marcelo, Koeman y Guedes se mueven a placer por la península y pagan las multas correspondientes como si de una limosna se tratara. En su mundo no existe la pandemia. Me da rabia, pero mi viaje a Pamplona puede esperar. Me pregunto qué pensará aquel que lleva meses sin poder visitar a sus familiares, se asoma a la ventana y ve a una cuadrilla de franceses, gin tonic en mano. O a Marcelo descargando equipaje.