a vida, gracias a Dios, a Belcebú o a quien esté al volante de la existencia, da muchas vueltas, tantas, como una peonza bailada por un empresario de tiovivos. Pese a ello y pese a todas las incertidumbres vitales habidas y por haber, acabo de caer en la cuenta de que no hay muchas posibilidades de escapar al papel que la providencia te ha asignado cuando empiezas a asomar el hocico en la vida. Uno cambia, va y viene, aguanta y resiste, ríe y llora, está feliz o sufre tristeza, medra o se hunde, pero todo ello, sujeto a unos márgenes que son imposibles de superar. Así, por mucho que uno se deslome en el arte de la meritocracia, podrá llegar muy alto, pero nunca más allá del rango que se le ha asignado haciendo así buen aprecio a esa sentencia castellana que dice algo así como que la mona, aunque se vista de seda, mona se queda. Vamos, que, en mi caso, por mucho que me esfuerce, prodigue e incida, seguiré siendo como soy, es decir, que no voy a pintar mucho más allá que un cero a la izquierda, si acaso, muy cercano a la coma de los decimales, pero hasta ahí hemos llegado. Sí, lo sé, hoy no he empezado el día con el pie derecho, y me costará encauzar los ánimos, pero me parece oportuno hacer un aviso a navegantes, por si a alguien se le ocurre soñar.