o todos los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero han visto la peli, pero todos coincidieron, al intercambiar por el móvil la imagen, que nuestro querido escanciador de café y otras sustancias debe tener la misma cara ahora que otra vez está en casa. Por eso nadie se ha atrevido a llamarle. Si no lo visualizan porque no se acuerdan o porque tampoco se han dejado nunca atrapar por La chaqueta metálica, busquen en internet a Vincent D’Onofrio y quédense con ese momento en el que a su personaje ya se le ha ido por completo el oremus y está en el baño del cuartel a punto de liar un 18 de julio. Así tenemos al maestro, a punto de caramelo. Lleva casi un año perdiendo el culo por el bicho, llamando a los venerables para ver cómo iba la cosa cada día del confinamiento, rediseñando la disposición de mesas cuando pudo abrir, comprando hasta bolsas de cartón a las que puso nombre y apellidos para los jefes que suelen venir con txapela y se la quitan en el bar, armándose de paciencia con los que no saben mantener la mascarilla en su sitio, haciendo equilibrios con los pedidos... total para volver a la casilla de salida. Así que estamos rezando para que de verdad tenga inutilizada la escopeta de caza de su padre, que todavía debe andar por casa. Ríete tú de La matanza de Texas.