cabábamos 2020 con ganas de darle una patada en el trasero, como si pasar una página del calendario fuera a expurgar todos los males. Y hemos comenzado 2021 retomando la trama por todo lo alto, como una buena serie que comienza temporada. No queríamos taza, tazón. Sí, la pandemia sigue ahí. De pronto hemos descubierto que si el trabajo científico de dar con una vacuna -o con una docena- es complicado, el de distribuirlas y administrarlas puede serlo mucho más. No obstante, sin duda, el premio al acontecimiento surrealista de este inicio de año se lo lleva el asalto al Capitolio de EEUU. Digo surrealista, pero no quiero restarle ni un ápice de gravedad. Si la parafernalia que ha acompañado este levantamiento es carne de meme, no es menos cierto que el hecho en sí y lo que denota revelan la gravedad del momento, no solo para Estados Unidos, sino para un planeta en el que la brújula de la democracia hace tiempo que ve girar a toda pastilla y sin rumbo su aguja. Y la guinda la está poniendo la meteorología. Reconozcamos que Filomena nos está permitiendo por un rato dejar de hablar de curvas de contagio para hablar de espesores acumulados, lo que siempre es refrescante. Y a la clase política le está permitiendo renovar un poco sus motivos de bronca. Y todo, amigos, en once días.