oy va un poco de aquello de mal de muchos, consuelo de tontos. Pero creo que viene bien recordar que esto de ignorar las restricciones que nos impone la pandemia no tiene tanto que ver con la latitud y longitud en la que uno viva, sino con que somos humanos. Y esto lo apunto porque no vale la excusita esa de que es que aquí se vive mucho en la calle, nos relacionamos más... Un pimiento. Somos humanos y, por tanto, responsables de nuestros actos, para bien y para mal. Verán, resulta que en Países Bajos han decidido hacer frente al alarmante incremento de contagios de los últimos días restringiendo a tres personas las reuniones navideñas. Al parecer, el personal ha desfasado más de la cuenta con motivo del Black Friday y la festividad de San Nicolás y días después, susto p’al cuerpo, los contagios se habían disparado casi un 25% respecto a la semana anterior. Habrán visto a Angela Merkel reclamar ante el Bundestag más restricciones para estas fiestas: “Si el precio que hemos de pagar por mantener las cosas como están son 590 muertes diarias, ese precio es inaceptable”. Si lo piensan, en un mundo ideal no debería hacer falta que el gobierno de turno impusiera restricciones, deberíamos ser capaces de autoimponérnoslas, por responsabilidad, por solidaridad, por compromiso y por empatía.