Al final del verano, en nuestro amado templo del cortado mañanero se abre siempre un periodo de apuestas para ver quién es el que acierta con el día en el que en el economato al que solemos ir la mayoría ponen los primeros estantes con turrón tres meses antes de las navidades. Este año fueron cuatro los ganadores, aunque todos ellos, para regocijo de nuestro escanciador de café y otras sustancias, se gastaron las ganancias en el bar, hoy de nuevo cerrado y desolado. Un servidor pensaba que, solventada esta cuestión, no volveríamos a hablar de las alegres fechas en un tiempo pero resulta que hemos tenido a la parroquia estos días de lo más animada debido al bicho y a los diferentes modelos de confinamiento, que esto empieza a ser como la pasarela de Milán, que hay trajes para todos los gustos. Están los venerables en pie de guerra ante la posibilidad de otras fiestas canceladas. Y no por quedarse sin estar con los nietos, sin ir al Belén de la Florida... No. Lo que les tiene preocupados es que la mayoría aprovechan comidas y cenas navideñas para pasarse por la entrepierna las dietas, las pastillas, las recomendaciones del médico... y ponerse como el Quico. Pero claro, alguno se está visualizando el 25 con acelgas de primero y pencas rellenas de lonchas de pavo de segundo, más yogur desnatado y sin azúcar.