urioso, o significativo, cómo comenzó su intervención el diputado de Vox Ignacio Garriga, encargado de abrir el fuego ayer en el Congreso presentando la moción de censura de su grupo. Garriga declaró con soltura que su iniciativa no es una operación de marketing, que no refuerza “la coalición socialcomunista”, que no es verdad que “España no está para mociones de censura” como argumentan otros partidos y que tampoco es cierto que una moción de censura solo tenga sentido si se tienen los votos para ganarla. No sé qué opinarán los expertos en oratoria, pero así, de entrada, me ha venido a la mente aquello de excusatio non petita, accusatio manifesta. El hecho de que esta moción de censura esté condenada de salida deriva, entre otras cosas, en que los ojos se posen sobre ella en términos resultadistas y, por eso, hasta la votación solo importará el sentido del voto del PP. De hecho, esta moción coloca en una posición más incómoda a los populares que al propio Gobierno, con el PP interpelado a hacer oposición a un grupo a su derecha en lugar de al Ejecutivo. Eso sí, Vox se anota minutos de protagonismo en tribuna. Y su próximo candidato en las elecciones catalanas, el propio Garriga, logra el más vistoso acto de presentación preelectoral.