e temo que, independientemente de otras consideraciones, hemos suspendido como sociedad en el empeño de poner coto a la expansión del coronavirus del demonio. Esa sensación la resume muy bien el presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Jaume Padrós, que estos días ha aparecido cariacontecido ante los medios de comunicación incapaz de explicar y de explicarse el comportamiento de algunos convecinos, ufanos hasta la saciedad y despreocupados al límite en fiestas ilegales en las que cualquier medida de protección ante el covid era mera entelequia. El galeno, portavoz de sus compañeros de profesión, saturados hasta cotas insospechadas en unos hospitales ya atestados de enfermos de covid-19, indicaba tras ser interrogado ante una cámara de televisión sentirse “apesadumbrado, estupefacto y pesimista” con esa parte de la raza humana que ha decidido desentenderse de la enfermedad y, con ello, de sus prójimos, que desgraciadamente van a sufrir, y mucho, los embates de la enfermedad o sus consecuencias directas e indirectas. Visto lo visto, razón no le falta al facultativo, ya que parte de la culpa de lo que está aconteciendo en esta crisis sanitaria la tiene la ausencia del sentido de la solidaridad. ¡Qué tropa!