ice la Wikipedia, ese gran templo de la sabiduría universal, que según varias religiones dhármicas -que vaya usted a saber a qué se refiere-, el karma es una energía trascendente que se genera a partir de los actos de las personas. Vamos, que la providencia, o quien esté a los mandos en ese momento, se reserva la potestad de asignar a cada individuo sucesos vitales según haya sido su comportamiento previo para con el prójimo. Si he de ser sincero, hasta la fecha, todo eso me parecía una solemne melonada. Ahora, quizás, un poco menos. Les cuento. Disfrutaba este pasado día de El Pilar de una consumición en una terraza cuando una avispa de dimensiones hercúleas decidió paladear por sí misma el sabor del vermú de mi suegra para, a continuación, sumergirse de lleno en su contenido. Visto lo visto, me faltó tiempo para reírme de la anécdota protagonizada por el insecto verbenero que, dada su osadía, acabó ebrio y, una vez rescatado del vaso con una cucharilla, espachurrada. No pasaron ni cinco minutos, cuando un congénere de la finada decidió picotearme el dedo índice con el que acostumbro a teclear estas líneas, dejándomelo como un fiambre recién embutido, provocando un dolor crispante y las risas de quienes observaron la escena. Supongo que donde las dan, las toman.