rump vuelve a la Casa Blanca restando importancia al virus que lo llevó a la hospitalización” (The Washington Post). “El presidente vuelve a la Casa Blanca aún peleando contra el virus” (The New York Times). “Trump se confina en la Casa Blanca mientras continúa con su recuperación” (The Wall Street Journal). “El comportamiento de Trump alarma a los expertos en salud pública” (CNN). A estas alturas, con la imprevisibilidad y el histrionismo que rigen la conducta de Donald Trump, las teorías más peregrinas pueden acabar resultando acertadas. Pero, por ahora, lo evidente es la confusión con la que la Casa Blanca se ha conducido en la gestión de la crisis, que alienta la idea del auténtico pánico desatado en el ala oeste de la residencia presidencial por la noticia del contagio de Trump, pánico quizá por el estado de salud del presidente -sobre cuya gravedad han diferido médicos y equipo de gobierno- y sus consecuencias institucionales; pánico porque el contagio pincha el globo del discurso negacionista de Trump, por mucho que se empeñe, y pánico por la incertidumbre que el episodio añade a las expectativas electorales de Trump. Sorpresa de octubre lo llaman en la terminología electoral estadounidense. Continuará.