stoy alicaído. No paro de ver llover desde las cristaleras que perimetran la redacción en la que me he acostumbrado a pasar los días, convirtiéndome casi, casi, en parte del mobiliario que equipa el espacio desde el que se idea y pergeña este periódico cada día. Les decía que estaba triste. Supongo que el clima no ayuda mucho. Y más si uno evoca los días de solaz pasados que, como tales, ya sólo son parte de los recuerdos de unas vacaciones que se antojan más lejanas que nunca. Tampoco ayuda en este aturdimiento otoñal las noticias que uno se encarga de ordenar en las páginas interiores que se suceden tras este pequeño rincón literario en el que, de momento, me dejan exprimir mis neuras, que ya han visto que son muchas y de lo más variadas. Que si el PIB vasco cae más de lo previsto, que si el sistema educativo está en pie de guerra, que si los sindicatos temen por la destrucción de empleo en las industrias alavesas, que si el bicho del demonio las está haciendo pardas en los Madriles, que si la vacuna ante el covid-19 no va bien del todo, que si el terrorismo de corte islamista la ha vuelto a liar. En fin, ya comprenderán el tono oscuro de estas palabras, aunque, seguro que, como dice la canción, todos los días sale el sol, chipirón. Dios lo quiera.