ikel Landa lo intenta. Pero le fallan las fuerzas al final y no puede rematar la faena que se había propuesto en la etapa reina del Tour. Su equipo tira de él y de todos los demás hasta el último puerto. Cuando comienzan las rampas del Col de la Loze, el alavés se percata enseguida de que no va a poder ser. Su cabeza está fuerte, pero no tanto sus piernas como para poner el pelotón patas arriba. El Tour se escapa, seguramente el podio también. Landa ya no es el héroe con mala suerte, ahora es un paquete que no vale ni para el cicloturismo. El análisis de algunos -no todos, afortunadamente- presuntos avezados en esto del ciclismo da vergüenza ajena. ¿Acaso no lo intentó? ¿No puso todo de su parte? Su atrevimiento y osadía son ya por sí mismos suficientes para darle de comer aparte. No tuvo su mejor día, es cierto, pero pensaba en grande, quién sabe si con una remontada épica que le vistiera de amarillo en París. Podía haberse conformado, guardar fuerzas y limitarse a esperar que los demás fueran cayendo para recoger sus cadáveres. Y sin embargo se planteó el ataque, algo que por cierto nadie más se ha atrevido a hacer en esta carrera para intentar desbancar al líder. Y pese a la decepción avisó: “Esto aún no ha acabado”. Al día siguiente, ayer, volvió a atacar...