onfieso que por aquello de desintoxicar un poco la cabeza de tanto coronavirus estoy siguiendo con cierto interés el culebrón Messi. A nada que empieces a escarbar un poco, creo que el tema tiene más de conflicto económico-jurídico-empresarial y de drama socio-afectivo, que de cuestión deportiva, que también lo es, pero quizá algo menos. También puede acabar siendo, a tenor de cómo se van desarrollando los acontecimientos, un buen ejemplo de estrategias de comunicación -o de no comunicación, que también es una estrategia de comunicación- de los protagonistas. Pero lo que me tiene absolutamente maravillada es el sistema de comunicación. El burofax. Entiendo que en circunstancias de este estilo, incluso en instancias más pedestres que las de un superfutbolista de millonarios contratos, este procedimiento es habitual. Pero al tiempo que vuelan los burofax -me quiero ir, no voy a ir a las pruebas médicas, no iré a la convocatoria de entrenamiento...- cuentan los tertulianos que Messi no contesta a los whatsapps del presidente del club, única vía de comunicación al parecer entre ellos. Si esto no es una relación disfuncional en una empresa... El caso es que no puedo evitar pensar en Miguel Strogoff cada vez que en esta historia aparece otro burofax.