sabel Díaz Ayuso es de esa clase de políticos que desconoce el gris. La Comunidad de Madrid será la penúltima en hacer obligatoria la mascarilla. La presidenta había dejado claro estos días que el problema de la expansión del coronavirus en su comunidad no tiene que ver con el uso o no del tapabocas, sino con los viajeros que llegan a Barajas. Su consejero de Sanidad cifra en el 0,7% los contagios provenientes del aeropuerto. Blanco o negro. Ayer, en uno de esos arranques de cero a cien, Díaz Ayuso anunció un paquete de medidas que, además de la famosa mascarilla o el ocio nocturno, pretende implantar la cartilla covid-19. Esta medida ya fue barajada en pleno confinamiento a nivel internacional, como una hipotética garantía a la hora de volver a afrontar el tráfico de personas. La OMS ya descartó en su día, allá por abril, la eficacia científica de eso que se llamó el pasaporte inmunitario. Entre otras cosas, destacan los expertos, porque no hay evidencia de cuánto tiempo protegen los anticuerpos y cuánto tiempo pasa desde que se sufre la enfermedad hasta que no se es contagioso, o porque pueden darse casos de falsos negativos en los PCR que den positivo pasados unos días. No hablemos ya de ética o de discriminación, por no recordar el escaso sentido común de algunos. Veremos en qué queda.