or si tenía alguna duda, Pablo Casado me la despejó al día siguiente de las elecciones vascas y gallegas. Ya saben, aquellas que ganó el crítico Feijóo y en las que fracasó estrepitosamente el candidato oficial Itrugaiz. El PP está abocado a convertirse en un partido residual si no cambia de ideario, si no se despega de Aznar, si mantiene su afán de aglutinar al facherío español más rancio, ese que parece va decantándose por Vox. Porque ya me dirán para qué van a conformarse los acólitos de extrema derecha con una copia sospechosa si pueden encomendarse al auténtico Abascal. “Algo habrá hecho mal la sociedad española para que Bildu sume en Euskadi más escaños que todos los partidos nacionales juntos”, soltó Casado como si hubiera inventado el bálsamo de Fierabrás. Su análisis de la situación es tan patético como el haber encomendado la versión vasca de su partido a un líder caduco que no sabe salir de la ETA, los batasunos, los comunistas y los pérfidos nacionalistas rompespañas. No entienden Casado y sus fieles que el ascenso del nacionalismo -en Euskadi como en Galicia y en Catalunya- responde a la necesidad de esas sociedades de protegerse del tufo recentralizador que emana el discurso de la corriente imperante hoy en la derecha. Algo habrán hecho mal...