o bueno de cualquier cita electoral es cuando se termina, suele sostener uno de los habituales de nuestro querido templo del cortado mañanero, lugar en el que el análisis de la jornada que toque en cada ocasión suele durar una mañana y punto, que tampoco es cuestión de aburrir. Sostienen, sobre todo los viejillos, que por mucho que se empeñen los políticos en hablar solo de sus problemas, el sol sigue saliendo cada día. Ya no hablamos ni siquiera del bicho. Hasta él se ha normalizado. Tanto que el otro día, uno de los venerables se fue a beber el tinto de mediodía y como se le había olvidado que tenía la mascarilla puesta, montó un lío de narices. Hay apuestas sobre la intensidad de la bronca que le echó al pobre su señora cuando volvió a casa. Estropicios a un lado, lo que sí les está dando de que hablar esta vez es el hecho de que la mitad de los alaveses que podían ir a votar el otro domingo, no tuvieron duda. Ni acercarse a las urnas. Y aquí es donde nuestro amado escanciador de café y otras sustancias reiteró su idea de que en los parlamentos, todos esos votos se deberían traducir en asientos vacíos para que sus señorías se diesen cuenta de que el personal pasa en moto de ellos y ellas. De momento, eso sí, la vida sigue igual y hoy ha vuelto a amanecer.