ues ya hemos llegado a ese hito preelectoral que es la jornada de reflexión, un día que en democracias de nuestro entorno no existe pero que, sin entrar en consideraciones, nos da 24 horas de tregua oficial -hoy toca imágenes relajadas de candidatos lejos del atril- antes de pasar por las urnas. El último tramo de campaña ha tenido sin duda como protagonista el brote coronavírico de Ordizia, pero en el decorado sobresale un cuasimonopolio alavés en las agendas. Ayer, Pablo Casado se paseaba por las calles de Gasteiz, el jueves por la tarde coincidían en distintos puntos del centro de la ciudad Iñigo Urkullu, Pedro Sánchez y Arnaldo Otegi. Es solo el botón de muestra de una obviedad matemática que recordamos al menos cada cuatro años: el hecho de que cada uno de los tres territorios reparta el mismo número de parlamentarios de la Cámara vasca (25) independientemente de su población, ley D’Hondt mediante, hace que cada uno de esos 25 escaños que reparte Araba sean particularmente atractivos, porque hacen falta menos papeletas que en Bizkaia o en Gipuzkoa para acceder a uno de ellos -aunque lógicamente el esfuerzo porcentual también supone que hay menos votantes entre la que pescar-. Como toca reflexionar, ahí lo dejo, cada voto vale mucho y en Araba, si cabe, más.