sto de la desescalada es un fenómeno tan curioso como su propio nombre -no negarán que tiene su guasa un palabro con una connotación de retroceso para denominar lo que se supone que es un avance-: entras en una fase pensando ya en la siguiente. Así que el lunes estrenamos fase 3 ya con la cabeza más puesta en si el día 15 se podrá viajar a Cantabria y, por tanto, si estrenaremos esa cosa denominada nueva normalidad el próximo lunes, si será el 22 y qué podremos hacer o no. Lo de nueva normalidad, oxímoron que pasará a la historia por detrás de la soledad sonora de San Juan de la Cruz y alguna otra cumbre poética, es solo una forma de decir que no volveremos a la normalidad -una normalidad nueva no es normalidad, es novedad- en mucho tiempo, algo que yo creo que hasta los más optimistas ya han intuido. Hasta que llegue esa nueva normalidad, en mi caso prefiero ignorar especulaciones y quinielas con el calendario y no hacerme ilusiones, porque llevo 95 días sin pisar el terruño. Me entretengo, ya ven, disfrutando con las piruetas del lenguaje pandémico. ¿Qué me dicen de las playas dinámicas? Me pregunta una amiga si jugar con sus dos hijas a hacer castillos de arena, saltar las olas o perseguirlas por el arenal es dinámico. Si no fuera por estos momentos...