enía razón Fernando Simón cuando dijo, allá por comienzos de abril al menos, aquello de que venía lo más difícil cuando poco a poco se levantaran algunas de las restricciones. Y no es porque lo del confinamiento no haya sido difícil, ha sido duro, muy duro. Obviamente, lo más duro se ha vivido y se vive en los hospitales. Y no quiero ni imaginar lo que han pasado aquellos que han perdido a un ser querido y ni siquiera le han podido acompañar en el final. Pero ha sido y sigue siendo muy duro no ver a familiares y amigos más allá de la videollamada. Por no hablar de las complicadísimas situaciones económico-laborales que están pasando muchas personas. Sin embargo, lo realmente difícil -no sé si más duro pero sí difícil- es que ahora la responsabilidad de que el coronavirus de marras no repunte su incidencia es nuestra en buena medida. Las administraciones públicas tienen que impulsar políticas y medidas que apoyen la atención sanitaria y la prevención, entre otras. Las empresas tienen que habilitar las suficientes medidas de seguridad. Pero nosotros, cada uno de nosotros, somos también responsables de lo que hacemos y de lo que no. Por desgracia, no hay aún vacuna o medicamento que nos permita hacer frente a esto con garantías. La vacuna, como escribió Ignacio López-Goñi, somos todos.