y, qué cruz. Les prometo que he tratado de concentrarme para escribir estas líneas. Pero no hay manera. Supongo que la versión del Resistiré emitida a todo trapo desde una terraza frente a la redacción ha tenido algo que ver en mi dispersión mental. No es para menos. La salva espontánea de aplausos en homenaje a los sanitarios llamados a cuidar de todos nosotros cuando llegue el caso hoy ha llegado acompañada de un despliegue musical de aúpa. Así que, dadas las circunstancias, no les prometo nada. Sólo sensaciones, que me imagino que serán compartidas por muchos de los que siguen confinados en sus casas. Con casi tres semanas de estado de alarma a cuestas, ya se me hace complicado distinguir entre las pesadillas y la realidad. La sucesión de datos oficiales, desde luego, no ayuda a elevar el optimismo. Tampoco las informaciones que nunca aparecerán en las páginas del periódico pero que insinúan tragedias personales de gente a la que se estima. En fin, hilando muy fino, supongo que ahora es el momento de aferrarse a los sentimientos más corajudos para engancharse a un ápice de optimismo que ayude a continuar, cada uno en su papel y desde su responsabilidad, resistiendo a los elementos. Desde este pequeño escaparate, ánimo a todos.