ahora que andamos todos tan alterados y preocupados por el coronavirus convendría recordar que hay otros asuntos a los que no conviene darles la espalda. Ya comprendo que el foco de la preocupación se ha desviado repentina y radicalmente hacia los mayores, los niños, el fútbol y el baloncesto. Sé que nuestra principal tarea diaria es encontrar jabón de manos y atracar el supermercado por lo que pueda suceder. Un inciso hacia nuestros responsables: no hay mayor histeria colectiva que la provocada por la falta de información y la incertidumbre. Pero corremos el riesgo de escudarnos en esta crisis para obviar otros problemas que acontecen un poco más lejos, no mucho, que en condiciones habituales deberían acaparar buena parte de nuestra atención. Hablo del incalificable comportamiento de Europa hacia los refugiados en la frontera turco-griega. Hombres, mujeres y hasta niños gaseados para repelerlos, como si fueran apestosos. Personas, como usted y como yo aunque con mucha menos suerte, a las que no se les reconoce el derecho a una vida digna. Y la UE, o sea nosotros, respaldando la brutal demostración de lo vil que puede llegar a ser la condición humana, una vez más. Ni una sola solución. Que se jodan por pobres. Mucha vergüenza.