Ha sido una sorpresa mayúscula que nadie esperaba. Ni siquiera los más finos analistas políticos de la corte barajaban ni por carambola ni por casualidad el nombre de Carlos Iturgaiz como sucesor de Alfonso Alonso, defenestrado manu militari al frente del cartel electoral del Partido Popular para las elecciones del 5 de abril en Euskadi. Sí que es cierto que, después de que el líder alavés se saltase a la torera la llamada a maitines realizada desde Génova, algo se barruntaba sobre su escaso futuro como adalid de la causa conservadora en la CAV, ya que, al parecer, no dar la razón al jefe, aunque éste esté confundido, está visto muy mal entre las personas de orden, que tienden a ser muy rencorosas. Lo que ocurre es que, pese a las evidencias, nadie pensaba que el regreso al pasado fuese la solución que más convencía a Pablo Casado y a su camarilla de irreductibles para acabar con la coalición de fasciocomunistas llamada a acabar con la democracia, las libertades, la unidad del imperio, los valores más sagrados del catolicismo y los globos de colores que tanta algarabía provocan entre los bebés. En fin, como de costumbre, sigo sin entender la estrategia de los políticos, aunque me temo que ni ellos mismos son capaces de interpretarla. Habrá que ver.