El aeropuerto de Foronda nació hace 40 años con una idea fija: convertirse en el aeródromo de referencia de la cornisa norte del Estado. Aquella pretensión se transformó en efímera al poco de gestarse por obra y gracia de intereses inconfesables, al menos, públicamente. La caída en desgracia de la instalación -que ahora pelea con datos de gestión ciertamente brillantes como nodo de mercancías y con la incipiente consolidación de una red de destinos para pasajeros- la ha convertido en unarara avis. No en vano, la infraestructura ha logrado transformarse en un ejemplo de primer orden internacional del funcionalismo arquitectónico. Líneas decadentes, colores apagados, formas en desuso, suelos de gres revenidos y cuatro décadas de provisionalidad absoluta que han logrado preservar la esencia de unos orígenes desconcertantes. En fin, me imagino que una vez que las instituciones alavesas han logrado resituar al aeropuerto en el centro de la política regional y en la senda de su recuperación, ese halo ochentero tan peculiar -con reminiscencias setenteras- que ha definido al aeropuerto tiene sus días contados. De hecho, se han publicitado intenciones de reforma del complejo. Sin embargo, y conocido el percal, igual queda funcionalismo para rato.