Supongo que el único ejemplar de Canis lupus que aún osa hollar con sus pezuñas suelo alavés ni se imagina la que ha montado mientras disfruta de las condiciones ideales que le ofrece la sierra de Gibijo. Desde diferentes agrupaciones animalistas y organizaciones políticas se había puesto el grito en el cielo porque se había abierto la veda que permitía, durante dos semanas, abrir fuego contra el espécimen en cuestión que, al parecer, no es muy del agrado del sector ganadero, con el que mantiene ciertas divergencias respecto a su derecho a existir como la naturaleza le ha dado a entender. Parece que la criatura y algún que otro congénere se lo están pasado a lo grande durante los últimos meses esquivando a los mastines y esquilmando los rebaños de las serranías norteñas justo antes de salir pitando hacia Burgos donde, al parecer, acostumbran a descansar antes de retomar de sus andanzas. Por lo visto, las peripecias de este predador han pasado de castaño oscuro hasta el punto de convertirse en carne de cadalso figurado, precisamente, ahora que se ha iniciado el debate institucional llamado a proteger esta especie, a la que hay expertos que consideran en peligro de extinción. En fin, que dadas las circunstancias, mejor confiar en el refrán que dice cada loco con su tema y cada lobo por su senda.