Hoy me ha pasado algo que me ha descolocado, si es que eso es posible dentro de los parámetros de mi descolocada existencia. El caso es que, como dictan los cánones de la buena ciudadanía, caminaba yo por las calles de Gasteiz cargado con cuatro bolsas repletas de basura en busca de los contenedores en los que depositar los residuos generados en mi domicilio y que, previamente, había separado a conciencia inspirado por mi creciente conciencia medioambiental. En ésas estaba cuando me percaté de que junto a uno de los depósitos en los que tenía que abandonar los desechos había una persona en posición de espera. No le hice demasiado caso y procedí a abandonar los bolsones, cada uno en su container. Justo cuando abandonaba el lugar, un ruido me sobresaltó. Detuve mi marcha de regreso y me di la vuelta para toparme con una escena inquietante. El citado estaba con la mitad de su cuerpo en el interior de uno de los citados depósitos. Al parecer, rebuscaba entre mi basura para rescatar lo que yo había descartado. Aquello me hizo reflexionar en lo flexible que es la sociedad en la que nos ha tocado vivir, que facilita que unos consuman como forma de vida y otros malvivan anhelando consumir. Supongo que todo ello forma parte de la ingeniería social más avanzada.