Uno de los problemas de nuestro querido templo del cortado mañanero es cuando sale algo en el periódico que a los viejillos les toca la fibra de manera especial. Los cuchillos suelen mirar hacia un servidor, único relacionado con el gremio que suele osar a pasearse por allí. Así que hace unos días, una compañera de este santo periódico que tiene entre las manos tuvo a bien publicar un extenso reportaje sobre las personas mayores y la movilidad urbana, es decir, sobre cómo se mueve el personal en la ciudad y su relación con coches, autobuses, tranvías, bicis, patinetes y todo el percal. Bien, la primera premisa de la conversación fue que la culpa de todo la tiene Yoko Ono como cantaban Def con Dos. O lo que es lo mismo, que los queridos parroquianos del bar nunca tienen culpa de nada y que si hay cualquier problema con todo tipo de vehículo es siempre, siempre, siempre porque el otro hace algo mal. Ante ese panorama, yo ya tenía claro que nada de lo que dijese iba a salvarme de aquello, sobre todo porque nuestro amado escanciador de café y sustancias varias optó por descojonarse vivo y ponerse del lado de los mayores. Cuando la premisa es que tú lo haces todo bien y el resto son todos malos, es mejor echar cuerpo a tierra.