aunque se le llame telerrealidad, todos tenemos la íntima sensación de que cuanto ocurre dentro de esa caja del salón es mentira, hasta que nos encontramos a una jueza investigando una presunta violación y un ejercicio de tortura psicológica y de coacción a la víctima. Y entonces la gente salta, pero en vez de emplearse en el omnipresente y estéril berreo digital, pregunta a los anunciantes del programa qué van a hacer al respecto, y uno dice que se larga, y después otro, y otro, y otro. Esta experiencia nos demuestra que la opinión pública, los ciudadanos, el pueblo, podemos ser soberanos, y que tenemos una herramienta poderosísima para utilizarla como palanca de nuestra voluntad siempre que ésta sea decidida y mayoritaria, y para debatir de forma constructiva en busca de consensos útiles y finalistas, si no es así. Lamentable y lógicamente, hoy Internet es el campo de batalla de la manipulación ideológica y partidaria, un foro inmenso pero atomizado poco propicio para que surjan masas críticas ajenas a la ponzoña que nos inunda. En todo caso, mientras siga siendo una vía de doble sentido tendremos una oportunidad de levantar la voz y dirigir nuestros destinos, pero cuidado, porque la manoseada Constitución Española se acaba de derogar, por decreto, en el ciberespacio.