ya no es suficiente con un par de periodos de rebajas al año. Los comercios anuncian descuentos cuando les viene en gana en función de su balance contable o del tamaño del stock que vayan acumulando. La norma que regulaba los plazos para abaratar los precios se ha ido relajando hasta prácticamente desaparecer. Y llegó el Black Friday -desde Estados Unidos, cómo no-. En principio era un viernes destinado al comercio on line, pero este límite también se ha ido difuminando y ahora anuncian ofertas maravillosas desde los concesionarios de coches hasta las operadoras de telefonía. Y ya tampoco es solo un viernes. Ahora abarca toda la semana circundante a ese friday. Y supongo que el año que viene el reclamo consumista se alargará a un mes y así hasta el infinito... o hasta que la gente se harte y acabe por despreciar los espectaculares anuncios, básicamente por considerarlos mentirosos. Es la matanza de la gallina de los huevos de oro, el abusar y exprimir el mercado sin ver más allá de las propias narices, con el balance mensual de referencia. Sin tener en cuenta el largo plazo, ni siquiera el medio. Cortoplacismo puro. Y de repente, sin saber cómo, el crecimiento continuado del consumo se derrumba sin remedio. Y lloramos hasta que llegue otro gurú que nos guíe...