Sí, los viejillos del templo del cortado mañanero han perdido el norte. No les vale con la certeza, porque el calendario obliga a eso, de que en Euskadi tendremos elecciones en 2020 ya sea antes o después del verano. No. Están que quieren más. Necesitan debates electorales, pero de los buenos, no tonterías. Es decir, tiene que haber un ¡Viva el vino! (Mariano, no sabes el club de fans que tienes en este bar), un adoquín roto o algo por el estilo. De hecho, hay un mosqueo generalizado porque los abuelos llevan tiempo notando una dejadez importante por parte de los partidos políticos a la hora de currarse unas buenas sintonías y unos eslóganes a la altura. Además, en esta campaña nadie ha pillado caramelos, bolis, rosas y elementos de merchandising varios. Estos ocho días de campaña les han sabido a poco, a un quiero y no puedo, a pura vagancia, a gastarse millones de euros porque no sé dónde meter la pasta. Claro, nuestro amado escanciador de café y otras sustancias -que todavía tiene pendiente repartir el jamón de la apuesta sobre cuándo se repetirán las elecciones aunque el preacuerdo picapiedra amenaza con fastidiarlo todo- les está animando porque la noche del debate electoral, a golpe de txupito cada vez que alguien decía la palabra Cataluña, hizo una caja de Aupa el Erandio.