Hay que ver con la tecnología. Avanza que es una barbaridad o, aparentemente, eso es lo que parece. Sin embargo, no estoy muy convencido de que lo haga en la línea adecuada. Mis dudas al respecto se ciñen al proceso de necedad en el que están inmersos algunos de los usuarios de las últimas tendencias electrónicas existentes en el mercado. A las pruebas me remito. Hace apenas unas horas he asistido a una escena un tanto peculiar en la que un joven discutía con su reloj que, al parecer, no le contestaba lo que se le había pedido. El muchacho se afanaba en hablar con el artilugio, al que le interrogaba sobre el tiempo que iba a hacer en Logroño mientras que el ingenio, al parecer, poseído por la cada vez más omnipresente Siri, no acababa de atinar con la réplica adecuada. La situación se prolongó un par de minutos, hasta que el citado, harto de la ignorancia de su dispositivo, repitió las preguntas a su móvil, que tampoco parecía muy por la labor y volvía a caer en los matices incongruentes adelantados por el reloj. En fin, como todo en la vida, me imagino que será cuestión de tiempo y de buscar un equilibrio para que la humanidad asimile las bondades que ofrece la tecnología sin el riesgo de caer en el más absoluta de los despropósitos.