as diferentes formas de desigualdad y discriminación aún existentes constituyen uno de los grandes desafíos a los que se enfrentan las sociedades en el siglo XXI, y la vasca no es una excepción. En sus expresiones más agudas, la discriminación afecta muy directamente al ejercicio de derechos y libertades y en particular a la participación social, obstaculizando o impidiendo el normal desarrollo de la convivencia y llegando incluso a expresiones y discursos de odio y, en último término, a la violencia. Aunque no el único, uno de los casos más evidentes de exclusión es la ejercida históricamente contra el pueblo gitano en el seno de nuestras sociedades. Este antigitanismo, tradicionalmente muy arraigado, supone, según establece la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia, una forma específica de racismo, una discriminación que se manifiesta en forma de discursos de miedo y explotación. Los diferentes intentos a lo largo de los siglos de asimilación forzosa -eufemísticamente denominados de “integración”- que han pretendido la renuncia del pueblo gitano a sus señas de identidad y a su cultura milenaria no solo han fracasado, sino que han agudizado la estigmatización, el rechazo, la exclusión social y la desigualdad. Una situación que padecen aún de manera especial y más aguda las mujeres gitanas -el antigitanismo de género- en todos los ámbitos: educativo, laboral, de acceso a la vivienda o de salud. Poner fin a esta actitud a todas luces injusta contra un colectivo que forma parte por derecho propio de la sociedad vasca es una tarea urgente que compete a todos y todas, gitanos y no gitanos, en igual medida. El Pacto Social Vasco contra el Antigitanismopresentado ayer por el Gobierno Vasco busca el necesario consenso institucional, político y social frente a esta distorsión histórica que priva a la sociedad vasca de una parte enriquecedora de su propia identidad pluriétnica y pluricultural. La base de este acuerdo social, siendo un proyecto transversal, debe fundamentarse en la eliminación de los prejuicios y actitudes de estigmatización, y por tanto de marginación, bajo una perspectiva de igualdad -con especial incidencia en el enfoque de género-, respeto mutuo a las diferentes expresiones culturales y participación y empoderamiento para el ejercicio de todos los derechos y las obligaciones correspondientes como ciudadanos libres en iguales iguales condiciones para todos.