a Unión Europea afronta este nuevo año importantes decisiones y desafíos que serán claves para el futuro de la alianza y, por extensión, del Viejo Continente. Son tiempos convulsos para Europa, fuertemente azotada por la pandemia, sumida en una interminable crisis migratoria, con conflictos bélicos o prebélicos a sus puertas y con la obligación de responder de manera urgente y eficaz a las desigualdades y al cambio climático, todo ello sin contar aún con una estrategia común clara y sin visos de que pueda haberla a corto y medio plazo. Además, varios países europeos tienen este año diversas citas con las urnas -Italia y Alemania para la presidencia de sus respectivas repúblicas; Francia tendrá elecciones presidenciales en abril y legislativas en junio; Portugal elegirá también a su Parlamento y Gobierno; y habrá otras convocatorias en España (Castilla y León y Andalucía), Austria, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Letonia y Suecia- y el país germano estrena Ejecutivo tras el fin de la era Merkel, lo que, en conjunto, augura momentos de tensión y confrontación políticas. En este agitado contexto, el pasado viernes el presidente galo Emmanuel Macron y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, inauguraron la presidencia francesa del Consejo de la UE en un acto en el que no pudieron ofrecer novedades respecto a los pasos a dar en el seno de la Unión. La incertidumbre es máxima. Macron, sumido en la práctica en campaña, ha fijado como prioridades la construcción de una Europa más soberana, unida, solidaria y democrática, lo que no es precisar mucho. En cualquier caso, el escenario actual empuja a la toma de decisiones urgentes en los campos de la pandemia, migratorio, calentamiento global y estrategia geopolítica y capacidad defensiva propia de la UE. La apuesta de la Comisión por la consideración como verdes de la energía nuclear y el gas de manera transitoria ha generado una fuerte polémica y división entre los estados miembro. El vergonzante abandono de Afganistán por imposición de EEUU y las crisis de Ucrania y más recientemente de Kazajistán muestran la incapacidad de la UE para tener la “autonomía estratégica” que tanto Bruselas como Macron plantean. Duros, complejos y comprometidos deberes para la presidencia francesa en momentos muy delicados.